Friday, September 4, 2009

Target

El tiempo tiene esa cosa tan evocativa, tan esquiva, tan disuasiva, tan inequívocamente ajena a una percepción propia. Es que si se analiza el paso del tiempo, cual palabras de abuela, las mejores horas pasan volando. Y en el laburo las horas no pasan más, y el viernes no llega nunca. Desde este punto de partida sería consecuente afirmar que las instancias tortuosas son temporalmente extensas mientras que las venturosas son breves. ¿Es realmente así? Pareciera que lo bueno es inexorablemente inapreciable no debido a una voluntad per se sino a la instauración de un régimen tempo-espacial que insta al poblador del mundo (o al Hombre-Masa de Ortega y Gasset, en el mejor de los casos) a cerrar los ojos dejándose arrastrar por una corriente cronológica que le es completamente ajena.
Siguiendo con esta línea, lo correcto es preguntarse quién controla dicho régimen, su instauración y progreso, cuál es el fin de doblegar las percepciones de billones de hombres-mundo, cómo se logra y de qué forma se evita. Pero más relevante aún es recuestionar la falta de atención global ante tamaña tomada de pelo.
Si la razón fuera doblegar voluntades colectivas, el asunto se tornaría mundano. Ergo debe haber una motivación más profunda, cuasi metafísica. La respuesta obvia se halla vislumbrando el cielo que pintaron sobre nuestras cabezas: las nubes arremolinándose entorno a una luz blanquecina, cegadora, que responde a cuestionamientos tan plurifuncionales como inútiles. Claro, la respuesta más obvia ¿Pero desde cuándo la respuesta más adecuada es la más obvia? Jamás lo fue y nunca lo será, menos aún cuando se tratan temas cuya aparente trivialidad es el problema en primer lugar. Un método alternativo podría ser solución: esquivar el método asociativo que nos haya sido instaurado, olvidar las experimentaciones de carácter empírico, abstraerse de la lógica analítica arraigada en cráneos moldeados por este mismo régimen. El único método aceptable para difuminar la duda en una cuestión de aparente trivialidad, es la utilización de la lógica del azar.
¿Cuál es el motivo por el que la percepción del tiempo nos es esquiva? ¿Por qué la capacidad de juicio desaparece si los ojos se apartan de las agujas? La respuesta está en cada uno y en ninguno de los hombres-mundo, en la nada más abismal y en el todo más superfluo. Es que, si cualquiera de los hipotéticos sujetos de estudio encontrara acaso la respuesta a estas cuestiones de aparente trivialidad, descubriría


descubriría que el régimen que insta al poblador del mundo a perder el enfoque espacio temporal no es más que un concepto abstracto que no puede ser convalidado de ninguna forma y menos mediante un dircusillo de carácter intelectualoide; que la certeza social puede ser manipulada por palabras bonitas sin que se requiera ningún tipo de análisis al respecto; que la gente sabe qué quiere y obviamente esto no es lo que quiere; y que en la aparentemente trivial teoría poco hay de aparente ya que, a fin de cuentas, es una completa trivialidad.

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