Hay momentos inevitablemente putasos, como anoche, cerca de las 6 de la matina. Acababa de llegar cuando la cabeza, ya apoyada en la almohada, voló a otro continente y retrocedió un par de meses. Lo curioso es que fue no muchas horas después de cerrar un ciclo que empezó hace casi un año, y cerrarlo de la mejor forma posible: desligándome de toda responsabilidad, pasando la culpa para la vereda de en frente. Y quedando cómodamente en el papel de pobre víctima. Clap clap clap. De todas formas, tampoco fue demasiado difícil, si he de ser sincero, me lo sirvieron en bandeja. No fue una obra maestra de maliciosa manipulación maquiavélica. Pero funcionó. Lo importante ahora es pensar en los por qués y para qués, y jugar un poco a la futurología. O no, qué sé yo.
Por ahora, y sólo por ahora, tengo un horizonte extraño, un viaje que ya no tiene el mismo sentido que tenía hace algunas semanas, una búsqueda que perdió el norte, un mapa que sirve poco menos que para perderse con más ganas. Y así estamos.
Hoy me duermo delante de
tu imagen, reflejando las ansias de encontrarte una vez más del otro lado de
mi ventanilla.
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