Tuesday, April 2, 2013

Anna

Cuando la conocí ella era virgen, le repugnaba la palabra "droga", escuchaba ese teen punk de mediados de los 2000s, fumaba pero no tanto, jugaba al hockey, no leía (nunca había leído), quería ser psicóloga pero no sabía bien por qué, le gustaban las fantasías metafísicas, no era romántica sino caprichosa.
La última vez que la vi (casi siete años después), tenía una hija de tres años, un reciente ex novio que la amenazaba, vivía sola, hablaba de Moonpark como si fuera la Mecca, tenía miles de historias sobre todas las pastillas del planeta, fumaba bastante, prácticamente no se hablaba con su familia (aunque laburaba para el papá), estudiaba algo, seguía los ritos pseudo religiosos de alguna pseudo religión, hablaba del amor como quien habla de un chicle. Tenía hacia mí la misma actitud penosa que siempre. Estaba flaca, extraordinariamente flaca, como si hubiera sufrido algo que no se animaba a contar.
Lo último que le dije esa tarde creo que fue si me daba fuego.
Nunca más cruzamos palabra.

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