Y a mí que tanto me gusta recordar y conmemorar fechas, se me pasó por alto el 12 de junio. El día en que todo se cayó y todo se calló. El día en que se vino todo abajo. El día en que, como al Godie, me cortaron las piernas. Y se terminó todo. Van dos años.
Dicen que es tonto quien no aprende a leer sus cicatrices, pero todavía no encuentro qué beneficio me trajo ese día, qué ventana me abrió quien haya cerrado esa puerta. Todavía no le encuentro la vuelta. Y dan ganas de mandar muchas cosas a la mierda.
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