Saturday, March 23, 2019

La noche en que terminó la guerra no durmió nadie,
ni dejó de llover ni se apagaron las radios.
Porque lo que sobró ya pudo imaginarse.

Quedaron los restos, los rastros y los manojos.
Quedó la huella de barro y el polvo en el aire,
las botas pesadas sin cordones,
el cinto amarrado a un tronco.

Lo que sobró fue vendido al mejor postor,
lo que ya no se fue al otro lado.

Y eso
todo ese espacio grandote y redondo,
eso
ya no pudo llenarse
ni de agua, ni de sangre.